viernes, 2 de septiembre de 2016

Movimientos de liberación nacional y el imperialismo. Un articulo del camarada Miguel Alonso.




 

Movimientos de liberación nacional y el imperialismo.

Miguel Alonso.

Las luchas o guerras de liberación nacional tienen un carácter inter-clasista, esto es, abarcan a un conjunto de clases patrióticas en este proceso histórico. Es una contradicción antagónica que enfrenta al pueblo con el imperialismo colonial o de ocupación.
Esa contradicción determina las alianzas en la lucha contra el opresor, ahora bien, no está por encima de la lucha de clases, como intentan presentarlas las fuerzas burguesas o de la pequeña burguesía. ¡Todo lo contrario! Que clase sea la dirigente del proceso, es la clave para determinar si un movimiento de liberación nacional tendrá éxito o por el contrario apenas lograra una independencia formal, pero al servicio de los imperialistas de turno.
El reparto del mundo por las potencias imperialistas y sus luchas por nuevos territorios, ha producido multitud de procesos de guerras de liberación entre los diversos pueblos oprimidos a lo largo de la historia. La misma que nos enseña, que una parte de las mismas se convierten en lo que hoy también se denomina como guerras interpuestas, donde las potencias imperialistas intervienen de forma indirecta, pero condicionando el proceso para sus propios intereses y no para un autentico movimiento patriótico de liberación nacional.
Pongamos un ejemplo histórico; la guerra de independencia de Cuba contra el imperio español, que fue mediatizada y sometida por la intervención norteamericana en la llamada Guerra Hispano/Norteamericana de 1898.
Otro tan ocurrió en Las Filipinas, que los yankees ocuparon y anexionaron hasta  después da segunda guerra imperialista mundial.
Las fuerzas patrióticas filipinas, guiadas por la burguesía liberal y su dirigente Emilio Aguinaldo, confiaron en el imperialismo yankee, en su lucha contra el poder colonial español y se encontraron de frente con la verdadera cara de los imperialistas norteamericanos. Entonces trataron de oponerse por las armas a los mismos en 1899, pero fueron derrotados y dispersados en 1902. Estableciendo, los criminales norteamericanos, un régimen de terror y  genocidio, no solo contra los combatiente sino también sobre el campesinado y el naciente proletariado, que se estima que exterminó a más de un millón de personas. Hecho ocultado sistemáticamente por los historiadores norteamericanos.
Cuando los imperialistas japoneses invadieron territorio filipino, al igual que en otras colonias asiáticas, un sector de las fuerzas opuestas a la ocupación yankee celebraron la llegada de los mismos, quizás confiando que fueran más benévolos pero, una vez más, se dieron de bruces con el afán criminal que lleva en el ADN el imperialismo. En 1943 los japoneses establecieron un régimen títere presidido por José P. Laurel, un antiguo “patriota” burgués, que no dudo en colaborar con los ocupantes japoneses, siendo incluso felicitado por los gobiernos fascistas de España y Alemania. La caída de Japón puso fin a esta administración títere. Curiosamente el presidente colaborador nunca fue juzgado por los crímenes de guerra de su gobierno.
Las verdaderas fuerzas patrióticas conformaron un frente único y un ejército popular en 1942 e iniciaron una guerra contra el invasor japonés dirigidas por el PCF de los hermanos Leva y de Luis Taruk
En 1946 los EE.UU. concedieron la independencia a Las Filipinas en el llamado “Tratado de Manila”, instaurando otra nueva republica títere dirigida por la burguesía compradora, presidida por un antiguo colaborador del gobierno pro-japonés; Manuel Roxas.
Este, bajo órdenes emanadas de sus amos norteamericanos, desató una campaña represiva contra los comunistas y demás fuerzas patrióticas que no aceptaban el Tratado de Manila, dando comienzo a una nueva fase de guerra popular en 1949 que se prolongo hasta 1959. 
Posteriormente el PCF degenero hacia el revisionismo, hasta que los grandes vientos revolucionarios de la crítica al revisionismo soviético, del Presidente Mao Tse-tung y la Gran Revolución Cultural Proletaria, de la cual estamos celebrando el 50º aniversario,  llevaron a los comunistas filipinos, a la gran rectificación que dio origen al actual Partido Comunista de las Filipinas, bajo la dirección del camarada J.Mª. Sisón, que retomo la lucha armada, en 1969.
Muchos de estos “patriotas” han sido mitificados por la burguesía como forjadores de la independencia, cuando la realidad es que Las Filipinas nunca ha dejado de ser un protectorado de los yankees, de sus empresas o de sus grandes bases militares. Gobernada por la misma burguesía burocrática y compradora que hoy pretende someter a los comunistas con llamados a un acuerdo de paz.
Es evidente que las potencias imperialistas se aprovechan de los movimientos de liberación nacional dirigidos por sectores de la burguesía o pequeña burguesía para imponer su presencia. El oportunismo se da la mano con el imperialismo o el social-imperialismo para afianzar el poder de la burguesía en el proceso, cambiando un amo por otro.
Solo en los países oprimidos donde la dirección estaba en manos de comunistas y que han unido en guerra popular, la lucha patriótica con la Revolución se han conseguido grandes victorias, como en China, Corea, Albania, Kampuchea o Vietnam.
El oportunismo o confusión en esta cuestión conducen a la destrucción de las fuerzas populares y a sustituir a un imperialismo por otro. Esto ocurrió en Asia, en África o en América Latina.
En este laberinto parece que se encuentra, en la actualidad, el movimiento de liberación del pueblo kurdo que, en su afán de independencia, ha confiado en agentes imperialistas para definir sus alianzas y sus fuerzas, con el apoyo de la OTAN con sus bombardeos aéreos y asesores. Por no hablar de gobiernos derechistas y corruptos como el de Masud Barzani en el Kurdistan iraquí.
Ahora vemos como “sus aliados imperialistas” tratan de elegir a que enemigo combatir o que ciudades atacar, como ha pasado con el recientemente ataque turco a la localidad siria de Yarablus que se encontraba en manos de los mercenarios del Daesh.
El abandono formal del marxismo-leninismo en la principal organización del movimiento kurdo de liberación nacional, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, sustituido por una ideología comunalista seudo-anarquista, ecléctica, fue una señal inequívoca que el oportunismo había ganado la dirección de este movimiento revolucionario kurdo.
Un principio, para los revolucionarios, en el manejo de las contradicciones inter-imperialistas, es basarse en sus propias fuerzas, actuar de forma independiente y nunca ser un peón de los imperialistas y de sus intereses, que nunca, repito nunca, son los  de los pueblos.
Los revolucionarios, los comunistas, kurdos y  turcos tendrán que re-tomar el camino de la guerra popular rompiendo con el oportunismo de cualquier rotulo, que busca convertir la heroica lucha de sus pueblos en simple moneda de cambio para sus intereses espurios.
Solo la guerra popular revolucionaria, guiada por un partido comunista basado en la ideología del proletariado; el marxismo-leninismo-maoísmo, es la garantía de la liberación de los pueblos del yugo de los imperialistas y para la construcción de una nueva sociedad.
La verdadera autodeterminación de los pueblos nace de la Revolución, es así de simple. ¡Es un principio plenamente vigente!


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